Paz Fernández Cueto / Reformas y aprendizaje

 

Mucho se ha hablado sobre el fracaso de la educación en México si a medir nos vamos por resultados. Lo cierto es que las políticas educativas implementadas a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI no han conseguido superar el rezago funcional que padecemos. Podríamos concluir que el modelo implementado por el sistema educativo ha resultado un rotundo fracaso, pese a que las autoridades presumen haber alcanzado, al fin, la cobertura universal en educación básica y un aumento significativo en matrículas de educación media y superior. Sin dejar de reconocer estos avances, lejos estamos de haber logrado una educación de calidad capaz de sustentar el desarrollo que el país necesita para afrontar retos y exigencias de un mundo global.

Por haber intentado hacer de la educación un instrumento de control político e ideológico, más que un sistema exitoso de aprendizaje, el modelo resultante segregó a la nación y aumentó la brecha de la desigualdad, perpetuando esquemas de inequidad y de pobreza. La única manera de abatirlos es dar a quienes menos tienen las mismas oportunidades de acceder a una educación de excelencia. Y sin embargo, la gran mayoría de nuestros niños y jóvenes no tiene otra opción que integrarse a un sistema educativo mediocre y de pobres resultados, con algunas honrosas excepciones.

Simplista sería pensar que el fracaso de la educación en México se reduce a una sola causa. Las fallidas políticas educativas, en complicidad perversa con relaciones de poder, como es el caso del SNTE, y los efectos nocivos de los medios de contenido frecuentemente antieducativo, son algunos actores responsables del deterioro educativo.

Aunado a lo anterior, la carencia de hábitos intelectuales como la lectura, culturales como la apreciación del arte en todas sus formas, y morales rectores de la conducta, han contribuido a privilegiar sistemas corruptos de poder centrados en el materialismo, estatismo o burocratismo, en detrimento del aprendizaje y de la superación de las personas.

Mientras los políticos crean que lo importante son los recursos, que el aumento del gasto en educación la va a mejorar en automático, que entre más computadoras, más edificios, más horas de clase, más libros de texto, más concesiones a los maestros o más presupuesto en gasto corriente haya vamos a traspasar la barrera del aprendizaje, estamos perdidos. Es tanto como confundir los insumos con los resultados, el fin con los medios, el corazón y la esencia de la tarea educativa, como es el enseñar a aprender, a pensar y a reflexionar, con un mecanicismo estéril e infructuoso.

Reformas tras reformas educativas se han sucedido. Ahora, frente a esta nueva reforma cabe preguntarse si será capaz de responder al requerimiento de los tiempos modernos. Son tantos los obstáculos a vencer que es posible que se quede corta una vez más, pese a la voluntad política de sus actores y los esfuerzos invertidos. Con o sin el gobierno, lo que salva al país es la participación de la sociedad civil organizada. Las reformas más exitosas han surgido de las trincheras de la comunidad. Cualquier esfuerzo de cambio educativo requiere del apoyo, colaboración y liderazgo de líderes sociales, empresariales, funcionarios públicos y padres de familia, con el objetivo de crear verdaderas comunidades educativas de aprendizaje. Y en este esfuerzo, el papel de la familia es fundamental por ser ésta un espacio privilegiado por excelencia para el aprendizaje y la sociabilidad. Es ahí donde se aprende a ser persona, es decir, a pensar y a amar. Es ahí donde se adquieren hábitos como el orden y la perseverancia, el estudio y la laboriosidad. Ahí nace y se alimenta la curiosidad intelectual y el gusto por el aprendizaje, se fomenta la responsabilidad social y se desarrollan destrezas para el trabajo. Mientras los padres y madres de familia no se reconozcan poderosos en el terreno de la educación de sus hijos, el Estado seguirá haciendo lo que puede, siempre en situación de desventaja.

Vivimos en medio de una encrucijada política. No sabemos si la reforma educativa se implementará con éxito. Si los líderes serán capaces de negociar, cumplir sus promesas y lograr sus acuerdos, si gane el interés propio o se imponga el bien de los demás. Pero lo que sí sabemos es que cada uno desde su trinchera muy personal puede crear espacios propicios para el aprendizaje a través de iniciativas y proyectos sociales, fomentándolos también en el hogar, en la escuela, en la empresa y en la comunidad.

Fuente: http://busquedas.gruporeforma.com/reforma/Documentos/DocumentoImpresa.aspx

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